martes, 6 de noviembre de 2007

propoleo

Propóleo
El origen de este vocablo se remonta a los antiguos griegos, quienes llamaban própolis a las puertas de una ciudad, voz formada por el prefijo pro- y polis (ciudad). Más tarde, Plinio empleó esta palabra en latín para dar nombre a la cera –extraída de las yemas de los árboles– con la que las abejas recubren la entrada de sus colmenas a fin de protegerlas contra hongos y bacterias.
Las propiedades antibióticas y fungicidas de esta sustancia, que en nuestra lengua se llama propóleo, eran conocidas desde la más remota antigüedad por los sacerdotes egipcios, por los médicos griegos y romanos así como por algunas culturas sudamericanas.
Ciertamente, propóleo está vinculada a través de polis con muchas otras palabras de nuestra lengua, tales como metrópolis (ciudad madre), policlínica (establecimiento de salud pública para la atención de una ciudad) y político (relativo a la ciudad)
Ya en la Argentina de los siglos XX y XXI, gran cantidad ciudadanos utilizarían el propoleo para hacer desaparecer a muchos políticos parásitos.

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